Los orígenes del Realismo Mágico

El realismo mágico tiene sus raíces en la cultura latinoamericana, a partir de las interpretaciones de los europeos en la etapa de la colonización del nuevo continente.
Las crónicas de esa época son ricas en el relato y descripción de cosas absolutamente maravillosas, producto de la extrañeza que provocaba en los exploradores, las cosas que veían en sus viajes.
Es a partir de esta tradición de la interpretación de la realidad del nuevo continente a través de ojos europeos que se creó una visión sobrenatural de la realidad latinoamericana. Prodigios que iban desde animales fantásticos hasta ciudades ocultas, pasando por fuentes de la eterna juventud y árboles cuyos frutos eran capaces de proveer todo lo que los hombres necesitaban para su subsistencia. La aparición de un grupo de escritores latinoamericanos contemporáneos entre sí, que cuestionaban esta visión, dio base a lo que posteriormente se conoció como realismo mágico.
Durante las décadas del '20 y del '30, muchos escritores y artistas latinoamericanos viajaron a Europa para incorporarse al surrealismo, buscando los aspectos sobrenaturales necesarios para crear una realidad basada en los sueños y el subconsciente.
A su regreso a Latinoamérica, percibieron que no era necesario buscar esa realidad extraña en el viejo continente, que de hecho se encontraba en sus propias culturas y países. Uno de los primeros escritores que transitó estos temas, fue Alejo Carpentier. Tanto él como su compatriota Lydia Cabrera, fueron quienes ayudaron a iniciar el reconocimiento mundial de los escritores latinoamericanos. A pesar de encontrarse ambos en París hacia la misma época, los planteos teóricos de Carpentier, que en parte escaparon a su propia aplicación, fueron intuitivamente aprovechados por Lydia Cabrera.
El realismo mágico de estos dos pioneros converge en ciertos aspectos y se abre en sus fundamentos sirviendo de puntal para lo que luego sería uno de los fenómenos más importantes de las letras latinoamericanas. La rígida formación intelectual de Alejo Carpentier le impidió, en última instancia, penetrar lo que él mismo señalaba como nuevo, mientras que el empirismo de Lydia Cabrera le permitió capturar en parte el realismo mágico de los afro-caribeños.
A principios de los '30, las obras de los psicoanalistas habían penetrado profundamente en el inconsciente colectivo de la intelectualidad europea, hastiada de su propia realidad que acababa de pasar una guerra y se preparaba para otra todavía más violenta. Esta serie de tendencias europeas que rechazaban al mundo moderno buscando refugio en un pasado mitificado, no dejaban de estar impregnadas de una noción racista, porque lo que exploraba seguía siendo cosa de gentes "inferiores".
Cuando André Breton publicó Los campos magnéticos en 1920, donde se planteaban las técnicas surrealistas de escritura automática, abrió un nuevo espacio que fue aprovechado por muchos artistas que comenzaron a utilizar las fuentes marginales de la cultura. Con su Manifiesto del surrealismo consolidó aún más esta tendencia, desde que definía al movimiento como el automatismo psíquico puro, que intentaba expresar el proceso real del pensamiento, libre del control de la razón o de preocupaciones estéticas o morales. El objetivo último del surrealismo era eliminar la distinción entre sueño y realidad, razón y locura, objetividad y subjetividad.
Cuando muchos artistas latinoamericanos se dirigieron a Europa descubrieron esa búsqueda de los intelectuales de esa parte del mundo, y cayeron en la cuenta de que lo que habían dejado atrás tenía sentido porque los indios y los negros americanos vivían en una realidad afincada en lo mágico sin recurrir a los sueños o a los asilos de dementes.
Esta fue una de las principales experiencias que asimiló Carpentier, y uno de los aspectos fundamentales fue el análisis cultural de Latinoamérica, que realiza a través de la literatura. Al querer distanciarse del surrealismo, identificó el aspecto único de Latinoamérica como "lo real maravilloso", aunque paradójicamente esa atracción por lo maravilloso surgió a partir del contacto con el surrealismo. La definición de Carpentier tiene una afinidad superficial con el movimiento europeo, y es totalmente divergente respecto de la naturaleza y el origen de lo maravilloso. Carpentier considera que las técnicas surrealistas son equivocadas por el absoluto sentido artificial de lo maravilloso. Allí rompe con el surrealismo y orienta su atención hacia la realidad latinoamericana.
Carpentier fundamenta su análisis de los maravilloso en el caudal de mitologías y creencias que él considera vigentes, y su alejamiento de la escuela europea es aún más profundo por el sentido de descubrimiento que experimenta cuando regresa a Cuba, en 1939, y cuando visita Haití, en 1943. Es en el prólogo a El reino de este mundo que desarrolla la famosa teoría de "lo real maravilloso" contrapuesta a los conceptos surrealistas. Es un pionero porque su categoría de conocimiento es la primera expresión teórica de los profundos cambios que maduraban en el reflejo de esa realidad en la novela y que empezaban a manifestarse prácticamente de forma simultánea e independiente en numerosos autores.
Obviamente la realidad latinoamericana es más amplia y variada que el marco propuesto por Carpentier. Hay otras constantes que quedan opacadas, como las luchas por la liberación y el deseo de alcanzar la plenitud. En "lo real maravilloso" se supera en parte el carácter pintoresco del color local, pero los profundos y violentos conflicto sociales quedan enmascarados.Sin embargo, esta particular forma de expresión literaria puede ser interpretada desde otros puntos de vista, y contrapuesta como el extrañamiento del mundo de los colonizados ante el avance de la colonización, y podría afirmarse que se transforma en una particularísima visión y descripción de los males propios del imperialismo en nuestras tierras.
El concepto de lo maravilloso implica un sentido de sorpresa frente a fenómenos inusuales, inesperados o improbables. Puede ocurrir como resultado deliberado de la manipulación de la realidad, por la percepción del artista y por intenciones sobrenaturales que provocan la presencia de algo diferente de lo normal.
Carpentier juega con esta categoría en diferentes direcciones, pero sintetiza el realismo mágico en tres puntos: primero, como una literatura maravillosa de origen europeo con referencias a eventos sobrenaturales; segundo, la realidad maravillosa es más maravillosa que esa literatura y, por lo tanto, cabe hablar de lo "maravilloso americano"; tercero, que lo "real maravilloso" de América podrá trasladarse a la literatura solamente a condición de que los escritores tengan fe en que esa América es maravillosamente real.